En un contraste estremecedor, el sistema científico argentino entrega logros de alto impacto internacional pese a afrontar una crisis presupuestaria crítica. Mientras investigadores argentinos publican estudios sobre inteligencia artificial, biodiversidad y energía renovable con reconocimiento global, son al mismo tiempo despedidos, acumulando sueldos desactualizados y carreras truncadas.
La situación surge como una paradoja: el sistema produce conocimiento de relevancia, pero sus instituciones —Conicet, universidades, agencias de ciencia— enfrentan una reducción del 30–40 % en sus recursos durante los últimos dos años bajo el gobierno de Javier Milei Este ajuste brutal impactó en la pérdida de más de 4.000 empleos científicos, una baja inédita en casi dos décadas
A su vez, los salarios e incentivos para becarios quedaron congelados y devaluados. Un informe del Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIICTI) anticipa que en 2025 la inversión en investigación será apenas del 0,15 % del PIB, el nivel más bajo desde la crisis de 2001–2002 Un golpe histórico que amenaza la continuidad de proyectos y postergará generaciones de científicos.
Sin embargo, la calidad del trabajo científico continúa firme. Desde centros del Conicet y universidades nacen artículos sobre medio ambiente, salud pública y tecnología, publicados en revistas con alto factor de impacto. Grupos de investigación lograron acceso a redes internacionales de prestigio, a pesar de la precarización local.
Para los investigadores que quedaron afuera —ya sea por despido, recorte o emigración, la mayoría hacia Europa o EEUU— la roca de la resiliencia se convierte en el nuevo paradigma. Es común encontrar hoy científicos trabajando en laboratorios propios, sometiendo papers desde casa o buscando financiamiento externo, mientras las promesas de convocatoria nacional se postergan o desaparecen.
Expertos advierten que si no se revierten estas medidas, el sistema puede colapsar: no bastan los resultados si no se sostiene a quienes los generan. El modelo de “ciencia heroica” puede resistir un año, pero no un ciclo prolongado. Además de los despidos, preocupa la fuga de cerebros, anticipada por la caída de postulantes al Conicet y por la demanda creciente de argentinos con formación científica en el extranjero.
En este contexto, una pregunta oscila en cada conferencia: ¿cómo cultivar la semilla de la investigación cuando la tierra está seca? Las respuestas pasan por la urgencia de leyes que aseguren inversión mínima, concursos de becas inmediatas, actualización salarial, fondos para infraestructura y un compromiso real del Estado para no dejar morir el futuro.