Con el invierno en puerta, la cordillera vuelve a mostrar su cara más áspera: temporales, hielo y demoras para miles de turistas y transportistas.
A medida que se acerca la temporada de nieve y vacaciones invernales, los pasos fronterizos entre Argentina y Chile vuelven a estar en el centro de la agenda logística y turística. Este 21 de mayo, varios pasos cordilleranos permanecieron cerrados o presentaron condiciones adversas debido a acumulación de nieve, viento blanco, visibilidad reducida y riesgo de avalanchas. Las autoridades de ambos países emitieron alertas y pidieron precaución a los viajeros.
Entre los pasos más afectados se encuentran Cardenal Samoré, que conecta Villa La Angostura con Osorno; Pino Hachado, entre Las Lajas y Curacautín; y Icalma, uno de los más utilizados por los residentes de la zona sur de Neuquén. Las rutas estaban intransitables en varios tramos, especialmente para vehículos livianos sin cadenas, y los servicios de aduana trabajaban con horarios restringidos o suspensiones intermitentes.
El fenómeno no es nuevo, pero este año se presenta con una complejidad añadida: el incremento del tránsito turístico postpandemia, sumado a una intensa actividad comercial transcordillerana. Según datos del Ministerio del Interior, más de 25.000 personas cruzaron por Samoré solo en abril, y se espera que esa cifra se duplique en julio, cuando la nieve atraiga a esquiadores, mochileros y familias.
Desde Vialidad Nacional y Gendarmería recomendaron consultar diariamente el estado de los pasos en sus portales oficiales, ya que las condiciones climáticas cambian con rapidez. Además, se recordó la obligatoriedad del uso de cadenas, documentación en regla y, en el caso de vehículos particulares, contar con seguro internacional y elementos de seguridad (pala, manta térmica, comida, etc.).
El tema no es menor para las comunidades que viven a ambos lados de la frontera. En localidades como Aluminé, Junín de los Andes o San Martín, el cierre de un paso puede significar pérdidas económicas importantes, afectando reservas hoteleras, excursiones y el abastecimiento de productos. También impacta en pequeños productores que cruzan mercadería o en estudiantes que asisten a universidades chilenas.
Desde organizaciones sociales y gremiales se renovaron los pedidos para mejorar la infraestructura vial, instalar refugios y reforzar el personal en las zonas de frontera, donde muchas veces el único “servicio” disponible es un puesto policial aislado.
La cordillera, majestuosa y brutal, no perdona descuidos. Y el cruce a Chile, aunque cotidiano, sigue siendo una travesía. Este invierno —como todos— será una prueba de previsión, paciencia y respeto por la montaña.