Educación / Reconocimiento internacional

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En tiempos donde la educación pública enfrenta recortes, desprecio institucional y desfinanciamiento, la noticia de que dos estudiantes argentinos fueron seleccionados entre los 50 finalistas del Global Student Prize 2025 no es solo una bocanada de aire fresco. Es también una confirmación de lo que sabemos: que en medio de la crisis, los talentos florecen. A veces, a pesar del Estado.

Tomás Gubitsch, de 17 años, y Tatiana Almada, de 18, fueron incluidos en esta prestigiosa nómina internacional que reconoce a jóvenes comprometidos con el aprendizaje, la innovación y la transformación de sus comunidades. La competencia, organizada por la Fundación Varkey en colaboración con Chegg.org, entrega un millón de dólares en premios y busca visibilizar a quienes hacen del conocimiento una herramienta para cambiar el mundo.

Tomás, oriundo de San Luis, es un entusiasta de la programación y la inteligencia artificial. Aprendió a programar de forma autodidacta, desarrolló aplicaciones para la inclusión de personas con discapacidad visual y participa activamente en ferias de ciencia y tecnología. En tanto, Tatiana, de Chaco, promueve la educación ambiental y lidera proyectos de reciclado en su escuela secundaria, además de haber impulsado una campaña para distribuir kits menstruales reutilizables en comunidades rurales de su provincia.

Ambos forman parte de un selecto grupo de jóvenes de 30 países distintos. Se trata de estudiantes que no solo tienen buen desempeño académico, sino que utilizan sus saberes para mejorar el entorno que los rodea. Esa dimensión social del premio es lo que lo vuelve particularmente significativo en contextos como el argentino, donde muchas veces se espera que las nuevas generaciones “se salven” a título personal, pero no que transformen la realidad.

En ese sentido, el reconocimiento llega en un momento clave. Mientras el sistema educativo argentino atraviesa una de sus mayores crisis en décadas —con escuelas sin recursos, docentes mal pagos y programas de formación reducidos—, las historias de Tomás y Tatiana devuelven esperanza. No como una épica individualista, sino como ejemplo de un horizonte colectivo posible si se apuesta por el conocimiento, la solidaridad y la justicia social.

La próxima etapa del Global Student Prize consistirá en una selección más acotada de 10 finalistas, y luego se anunciará el o la ganadora. Pero más allá del resultado, que dos estudiantes argentinos estén en ese nivel ya es un triunfo. De ellos, de sus docentes, de sus escuelas públicas y de esa parte del país que sigue creyendo que educar es sembrar futuro.