Un proyecto pionero convierte el árido paisaje de Mendoza en un vibrante bosque urbano, ganando reconocimiento internacional por su sostenibilidad y planificación verde.
En una sorprendente transformación, Mendoza ha convertido su árido entorno desértico en un exuberante bosque urbano, ganando el reconocimiento internacional de la FAO por su innovador proyecto de arbolado público. Este logro destaca la capacidad de la ciudad para crear un oasis verde en medio de una región tradicionalmente seca.
Durante los últimos nueve años, la ciudad de Mendoza, a través de su organismo de coordinación de políticas públicas, Unicipio, ha desarrollado un plan estratégico que incluye la plantación de más de 615,000 árboles de 179 especies distintas en su Área Metropolitana. Cada árbol está georreferenciado para una gestión eficiente, y el sistema de riego, con 5,400 kilómetros de acequias, asegura el suministro de agua a pesar de la escasez en la región.
El proyecto no solo embellece la ciudad, sino que también mejora la calidad del aire, reduce el calor extremo y proporciona hábitat natural. Además, Mendoza ha implementado la red de ciclovías más extensa del interior del país, fomentando un estilo de vida saludable y reduciendo la huella de carbono.
Históricamente, el arbolado urbano en Mendoza comenzó en 1907 con especies como plátanos y álamos, pero en los últimos años se ha actualizado con árboles nativos de menor requerimiento hídrico como la acacia visco y el fresno europeo, adaptados a la crisis hídrica actual.
Mendoza también ha establecido un ambicioso objetivo para el 2030, buscando alcanzar una proporción de un árbol por habitante en su Área Metropolitana. Este objetivo subraya el compromiso de la provincia con la sostenibilidad y la mejora continua de la calidad de vida.
El reconocimiento de la FAO, junto con el galardón de Tree Cities of the World otorgado a principios de año, coloca a Mendoza en el centro del mapa mundial como un modelo de urbanismo verde y sostenibilidad. El proyecto demuestra cómo, incluso en entornos desafiantes, la voluntad política y la participación comunitaria pueden transformar ciudades y ofrecer un futuro más verde y sustentable.