En medio de políticas de desregulación económica, Argentina enfrenta el cierre de su única planta productora de poliuretano, con la mirada puesta en aumentar las importaciones desde Brasil.
La única planta de producción de poliuretano en Argentina ha cerrado sus puertas, una decisión que marca un cambio significativo en la industria química del país. Este cierre se inscribe en el contexto de una serie de políticas de desregulación económica impulsadas por el gobierno, que incluyen la facilitación de las importaciones desde mercados vecinos como Brasil. La planta, que era un pilar para la industria local del poliuretano, utilizada ampliamente en la construcción y manufactura, ha dejado de operar en un momento donde la economía nacional busca adaptarse a un entorno global más competitivo.
El impacto de esta decisión es doble: por un lado, supone una disminución de la capacidad productiva nacional y, por otro, abre la puerta a un aumento de las importaciones, especialmente desde Brasil, donde los costes de producción más bajos hacen más atractiva la oferta externa. Este movimiento ha generado preocupaciones sobre el futuro de la industria local y el empleo en sectores conexos.
El cierre de esta planta no solo afecta a los trabajadores directamente involucrados, sino que también plantea interrogantes sobre la estrategia económica del país y su impacto en la soberanía productiva. La dependencia de productos importados puede tener consecuencias a largo plazo para la economía nacional, en un momento donde la estabilidad y el crecimiento son prioritarios.