En un discurso transmitido desde la Casa Blanca la noche del sábado, el presidente Donald Trump endureció su postura frente a Irán, amenazando con una nueva serie de ofensivas militares si el régimen de Teherán no acepta una “paz inmediata y total” bajo los términos estadounidenses. La declaración se produjo en medio de la mayor escalada bélica en décadas entre ambos países, tras los recientes bombardeos norteamericanos sobre instalaciones nucleares iraníes y la posterior represalia con misiles por parte de Teherán sobre territorio israelí.
Trump, visiblemente exaltado, acusó a Irán de “jugar con fuego” y de ser “una amenaza para la estabilidad mundial”, al tiempo que anunció que tiene preparados “más de 50 blancos estratégicos listos para ser neutralizados” si no se detienen los ataques. Acompañado por su secretario de Defensa, el mandatario insistió en que su país “no busca una guerra, pero no dudará en utilizar todo su poderío si es provocado”.
La amenaza, lejos de apaciguar el conflicto, generó una ola de reacciones críticas a nivel internacional. Líderes de la Unión Europea, América Latina y organizaciones como Naciones Unidas expresaron su preocupación por la retórica incendiaria del presidente estadounidense y llamaron a una urgente desescalada. “No se puede construir paz sobre la base de amenazas militares”, declaró Josep Borrell, jefe de política exterior de la UE.
Analistas geopolíticos señalan que esta nueva fase del conflicto no solo pone en jaque la estabilidad de Oriente Medio, sino que reabre una etapa de militarización global al borde del colapso diplomático. Con los principales corredores energéticos bajo tensión —como el estrecho de Ormuz recientemente clausurado por el parlamento iraní—, el impacto en los mercados ya es evidente: suba del petróleo, caída de bolsas asiáticas y temor a una recesión inducida por la guerra.
Mientras tanto, desde Teherán, el gobierno iraní rechazó tajantemente el ultimátum. “No aceptamos amenazas imperiales. Nuestra soberanía no se negocia con bombas”, afirmó el ministro de Relaciones Exteriores. Y advirtió que cualquier nueva incursión militar será respondida con la misma contundencia.
Lo que parecía una “intervención quirúrgica” ahora se perfila como una guerra de posiciones sin salida clara, donde cada declaración oficial se convierte en una chispa más sobre el polvorín. El protagonismo de Trump, con su estilo confrontativo y maximalista, dificulta cualquier intento de mediación multilateral. El mundo, una vez más, parece a la deriva en manos de líderes que apuestan a la lógica de la fuerza por sobre la diplomacia.