Mientras el presidente promociona al país como “una ganga” para inversores extranjeros, el bolsillo de millones de argentinos se sigue desangrando.
“Argentina está baratísima”, dijo Javier Milei con entusiasmo en una entrevista reciente, refiriéndose a los precios en dólares que enfrentan los inversores que llegan desde el exterior. La frase no tardó en viralizarse en redes y generar una oleada de críticas, ironías y preocupación. Porque si algo sintetiza la lógica del actual gobierno es esa: ver a la economía nacional como un bien de liquidación permanente, aunque eso implique hundir aún más a quienes la habitan.
El discurso de Milei busca seducir a capitales extranjeros prometiendo un país “con recursos abundantes, costos mínimos y una apertura sin precedentes”. El presidente lo plantea como parte de su narrativa “libertaria” de refundación económica. Sin embargo, la traducción de esa frase en la vida cotidiana es más cruda: dólares para unos pocos, miseria para la mayoría.
En lo que va de 2025, los salarios en Argentina han perdido poder adquisitivo frente a una inflación acumulada del 47,3% interanual, y las jubilaciones mínimas se ubican muy por debajo de la canasta básica. Mientras tanto, el Estado sigue desmontando regulaciones laborales, dolarizando de facto precios estratégicos y reduciendo subsidios. La “ganga argentina” se paga con cierres de PYMEs, caída del consumo y aumento del desempleo.
Lo paradójico —y quizás lo más trágico— es que esa visión de país barato no solo se aplica a la economía, sino también a los derechos: la educación, la salud, la cultura y hasta la ciencia argentina están siendo licuadas bajo el mismo enfoque de saldo. Cada ministerio desfinanciado, cada política pública desmantelada, es una nueva oferta para el mercado.
Desde sectores críticos del progresismo, se denuncia que esta política económica replica viejas recetas neoliberales con esteroides digitales. “No estamos vendiendo Argentina, la estamos rematando”, fue una de las frases más compartidas en X (exTwitter) durante la jornada en la que Milei dio su declaración.
En este contexto, lo que para algunos empresarios puede parecer una oportunidad, para amplias capas sociales es una tragedia en cámara lenta. Y la pregunta no es cuánto más barata puede estar Argentina, sino cuánto más puede soportar su gente este modelo de despojo disfrazado de libertad.