En un giro que sorprendió a la comunidad internacional, Argentina fue el único país en votar en contra de una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas destinada a fortalecer los derechos de los pueblos originarios en el mundo. La votación, que tuvo lugar el pasado viernes en Nueva York, dejó a la Argentina en una posición de aislamiento diplomático, ya que el resto de los países apoyaron la propuesta que busca la protección de los derechos culturales, territoriales y ambientales de los pueblos originarios.
La resolución, impulsada por un grupo de países latinoamericanos y europeos, promueve la creación de mecanismos internacionales que garanticen la integridad de los derechos de los pueblos indígenas. Además, la medida busca la protección de sus territorios frente a proyectos de explotación económica y la participación plena en las decisiones que afecten sus comunidades.
El voto argentino generó cuestionamientos tanto a nivel interno como en el ámbito internacional. Mientras que naciones vecinas expresaron su sorpresa por la postura argentina, en el país, representantes de organizaciones de derechos humanos y de comunidades originarias criticaron duramente la decisión, calificándola de “retroceso” en la defensa de derechos fundamentales.
Analistas y observadores apuntan a que la decisión de Argentina responde a la orientación política actual del gobierno, alineada con un enfoque de desregulación y menor intervención en asuntos de derechos colectivos. Esta votación, además, sigue la línea de otras posiciones recientes en temas de derechos humanos en los foros internacionales, lo cual ha venido generando una creciente preocupación por el rumbo diplomático que toma el país.
Desde el gobierno, aún no se han dado explicaciones claras sobre los motivos específicos que llevaron a esta decisión. Sin embargo, fuentes cercanas a la administración indicaron que el voto estaría relacionado con políticas de «no injerencia» en cuestiones que involucren la gestión de recursos naturales y territoriales, una postura que ha sido cuestionada por organismos nacionales e internacionales.
Con este rechazo, Argentina queda en una situación de soledad diplomática que podría afectar su imagen en futuros debates en la ONU y en la relación con otros países, especialmente con aquellos que promueven la defensa de los derechos indígenas y la preservación del medio ambiente. La medida también envía un mensaje de desprotección a las comunidades originarias en el país, que, ante la falta de un respaldo estatal en foros internacionales, ven debilitada la lucha por sus derechos.