En una nueva jornada marcada por el fuego y el desamparo, un ataque aéreo del ejército israelí impactó este miércoles sobre la iglesia de la Sagrada Familia, la única parroquia católica activa en la Franja de Gaza. El templo, administrado por la orden de los Padres Vicentinos, resultó seriamente dañado en medio de los bombardeos sobre el barrio de Zeitún, donde cientos de civiles palestinos buscan refugio desde hace semanas.
La parroquia, que hasta ahora se mantenía como uno de los pocos espacios abiertos para la asistencia humanitaria —sin distinción religiosa—, acogía a más de 600 personas, en su mayoría niños, mujeres y ancianos. Según reportes locales, el ataque se produjo sin previo aviso y dejó escombros en el jardín, las aulas y el convento contiguo.
Aunque el templo no fue completamente destruido, las imágenes muestran bancos volcados, muros resquebrajados y la cruz de la fachada desprendida por la onda expansiva. La comunidad cristiana local —ya diezmada por años de conflicto— denunció que los bombardeos violan principios básicos del derecho internacional humanitario.
El Patriarcado Latino de Jerusalén emitió un comunicado condenando el hecho y recordando que la iglesia funcionaba como refugio bajo el amparo de instituciones internacionales. La situación se agrava aún más considerando que el Papa Francisco había manifestado en reiteradas ocasiones su preocupación por el destino de los cristianos en Gaza, un grupo minúsculo pero históricamente presente en la región.
Israel, por su parte, no brindó una respuesta concreta sobre el ataque. Las Fuerzas de Defensa se limitaron a señalar que continúan “operaciones selectivas contra objetivos de Hamas”, aunque admitieron que “puede haber daños colaterales”.
La ofensiva militar ya acumula más de nueve meses de escalada, con cifras que superan los 38.000 muertos en Gaza, en su mayoría civiles, según fuentes sanitarias locales. Las infraestructuras educativas, hospitalarias y religiosas están entre las más golpeadas. La situación humanitaria es crítica, con miles de desplazados internos y un colapso total del sistema de salud.
Lo que sucedió en la iglesia de la Sagrada Familia no es solo un nuevo parte de guerra: es también una señal del alcance simbólico de la violencia, que no distingue entre credos ni edades. Cuando los espacios sagrados se convierten en blanco, algo más que edificios cae bajo las bombas.